El sonido de las cuevas
Llevaba años pensando en este proyecto hasta que encontré el momento para hacerlo, me sentía preparado para afrontar el reto de grabar solo y disponía de tiempo y de los medios necesarios para llevarlo a cabo. El primer paso fue la elección de la cavidad, encontramos un lugar con unas características sonoras idóneas y al que podía acudir en soledad y permanecer en el interior largos períodos de tiempo.
Para llegar a la sala elegida tenía que progresar unos 30 minutos desde la boca de la cueva. Durante este tiempo me iba invadiendo una maravillosa sensación de libertad y protección que se iba haciendo mayor cuanto más penetraba en el interior. Una vez llegaba allí: silencio, roto por gotas de agua que caían con un ritmo constante. Me iba sumiendo en una especie de trance, sacaba mi instrumento, soplaba y todo me envolvía. El sonido allí adentro permanece y el tiempo se detiene, todo íntimamente relacionado con los lentos procesos geológicos que suceden.
Tenía que encontrar una manera de tocar que respetase este entorno tan especial, es por ello, que he acudido tantas veces en completa soledad hasta lograrlo. Todo un proceso de desaprendizaje que me ha hecho más libre y más consciente.
La música que se incluye en el disco ha sido improvisada en su totalidad y, a decir verdad, no había otra alternativa, puesto que ninguna pieza compuesta en el exterior podía funcionar en un entorno con unas características sonoras y temporales tan específicas.
Este trabajo ha sido una de las experiencias más bonitas que he vivido, cada vez que salía de La Cueva estaba todavía ensimismado y tenía que sacudirme para volver al ritmo del resto del mundo. He vivido momentos cargados de misticismo, después de los que puedo decir que no soy la misma persona que entró allí por primera vez. Y quiero volver, siempre quiero volver a la Cueva, lo querría hacer cada día.